Al empezar con este artículo, pensaba en hacer una crítica. Pero quién soy para decir qué mala estuvo, o, por el contrario, qué bien actuaron. Cuando es a la primera obra que asisto.
En fin. Así que daré mi impresión directa.
La obra se titulaba… No recuerdo.
Podría decir los nombres de los protagonistas, pero es que estaba ambientada en el Japón, quizá en la china imperial, y los nombres por ello eran de esos lugares. Pero en particular la obra tenía una mujer (que vendía su cuerpo por las situaciones que la vida le repartió), un hombre que quería ser piloto aviador, y tres dioses que vagaban en busca de almas buenas; y cuatro o cinco actores secundarios.
La mayoría de ellos utilizaban máscaras que, me daba la impresión, tenían cierto encanto mágico que ayudaba a la transportación de la imaginación hacia aquel supuesto escenario. Es decir, hacia aquel Japón o China, en la época imperial.
Lo más sorprendente de estos actores era la fuerza con la que hacían resonar sus voces. Pues a pesar de estar al aire libre, con todos los sonidos que una escuela pegada a una calle es capaz de producir, ellos lograron darse a entender fuerte y claro.
Mientras se preparaban para salir a escena, antes de que la obra comenzara, pude verlos alistarse. Afinaban la voz, se disfrazaban, se miraban en los espejos. Las mujeres encogían su cabello para guardarla en una malla elástica negra, para poder colocarse pelucas.
Eso sí, todos era fascinantes.
Uno de ellos hasta tocaba la flauta.
Todos dieron lo mejor de sí.