Este artículo lo acabo por dividir en dos partes y no por obedecer a una parte estética. Sino más bien a que en algún otro momento se me ocurrió algo parecido y ahora, después de mucho tiempo, cae sobre mí la misma idea.
Y por eso lo hago en dos.
Alguna vez fui a un taller de literatura y alguien dijo, si eres escritor escribes. Qué importa las novelas que has escrito. Qué importa los reconocimientos con los que el gobierno bajo el cual hayas nacido te haya condecorado.
Supongo que nada de eso te convierte en un escritor.
Supongo que lo único que lo hace es el hecho de hacerlo sin importar cuántas personas habrán estado cerca de lo que escribes.
Que te hayan leído, vaya.
Si en el fondo lo único que queda es saber que tenías algo ahí en el pecho que quería salir, como el poema de Bukowski en el que el habla de un pájaro azul que vive en su interior.
Y que todo lo demás es fantasía y capricho.
Qué te lean, que ganas dinero con eso que escribes. Que esas novelas y esos cuentos lleguen a las personas y los inspiren aunque sea por un sólo día. Y que des un paseo y después de volver puedas decir bueno ahora voy a escribir otra cosa porque es la única forma que tengo de ganar dinero. Capricho, fantasía, ya lo dije.
Y supongo que, sin embargo, es la meta de todo el que quiere escribir.
Pero, creo que el punto al que quiero llegar es que sin importar si algún día llegas a tener dinero de lo que escribes y puedes simplemente dedicarte a escribir, sin importar la fama digamos, siempre tendremos, o tendré, el haberlo hecho, saber que lo saqué de mí, que lo intenté, y que simplemente por escribir lo logré. Lo logramos. Y eso nunca, nadie, podrá quitárnoslo.