Me he enterado por ahí, cuando la curiosidad te pica y te pones a buscar en internet, sobre algunos autores que buscaban pasar el tiempo sin hacer nada. Es decir, tirados bajo el sol, dando un paseo a medio día, mientras el viento de agosto les ondula los cabellos. Uno de ellos consiguió ser un estudiante eterno en la universidad de su estado, para dedicarse a la lectura y sus pensamientos.
A decir verdad, no es sólo uno el que intentó aquel método del estudiante eterno. Rayos, yo mismo he estado tentado a seguir esa ruta.
Qué alegría me da tener la libertad de tener todo el tiempo para mí mismo. Decidir cuándo quiero salir de casa; cuando quedarme bajo las sábanas. Es algo que no tiene precio. ¿De qué anuncio es ese eslogan?
Tener el tiempo suficiente para ir, dar una vuelta por la ciudad, y con mi red, como si fuera a atrapar mariposas, cazar las ideas que me van surgiendo.
Y luego encubarlas en mi inconsciente hasta que no puedo más, hasta que brota. Sin embargo, esta idea es un poco falsa. Las ideas que deben convertirse en palabras requieren un esfuerzo. Es una simbiosis entre la inspiración y las ganas de llevar algo acabo. ¿Nunca han sentido, mientras están en la cama mirando el techo, un impulso repentino de levantarse y salir a la calle? Y este impulso es tan fuerte que quisiese salir corriendo del cuarto, de la casa, correr por toda la calle, salir de tu barrio y ver qué aventura te aguarda.
Y sin embargo, procrastinas ese encuentro con tu destino, piensas que el mundo puedo aguardar otro día; que por hoy estás tan cómodo, ahí, en tu camita; no tiene nada de malo, hoy quiero experimentar esta sensación de estar acostado.
Conozco a una persona que es todo lo opuesto. Si tiene una idea se levanta y tiene que llevarla a cabo. Tiene que descubrir si triunfa o fracasa.
¿Deberíamos tomar la vida así, como esta persona de la que escribo? O ¿Llevar una vida más tranquila, sin prisa, esperando el momento adecuado?
Sí, procrastinar es un arte que va ha acompañado de sus beneficios. Pero tiene una trampa, si nos ponemos a esperar y esperar a que la idea se incube, que por sí sola rompa el cascaron, a mi parecer nunca va suceder. Hay que tomar un martillito, y darle golpecitos para ayudar al nacimiento de aquella obra que queremos realizar.