Entrevista a Francisco

*Foto de Dan Burton en Unsplash

Son la una de la tarde. No planeamos encontrarnos. Fue más que nada casualidad que ambos estuviésemos en el centro de la ciudad (una ciudad con ocho millones de habitantes), en el mismo lado de la acera. Entonces llega él y me dice si pude sentarse.Primero se excusa dándose un golpecito a la altura del corazón,  y diciendo que él trae algo de beber.

Se sienta en el suelo.

Pregunto:

– ¿Tú cuantos años tienes?

– ¿De cuantos me veo?

 Me tomo un minuto para escrutinarlo. Miro la piel morena de su rostro, una ligera cicatriz a la altura del ojo, unas cuantas manchas aquí y allá.

–Cuarenta –le digo, tirando una cifra más bien alta, para no errar, pues me parece que tiene cuarenta apenas cumplidos.

–Tengo treinta y cuatro.

–¿Y tú? –intenta saber mí edad.

Le contesto y luego me dice que él quiere estar con personas de su misma edad. Que con los jovenes no se entiende.

–¿Y de dónde eres?

–Nací en puebla –dice Francisco.

Luego saca la botella de Tonayan que oculta detrás de su chaleco, a la altura de su corazón.

–No me gusta tomar –afirma Francisco después de dar un trago y ocultarla.

Lo miro a los ojos. Uno de ellos es bizco, ve cualquier cosa menos al frente. El otro me mira, abierto. Son cafés, no claros, pero tampoco oscuros.

No huele mal, tampoco viene borracho. Quizá el trago que lo vi tomar fuese el primero del día.

Entonces le pregunto su nombre.

–Me llamo Francisco –dice él, afablemente.

Le digo que ya debo irme. 

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